En abril de 2005, Jean Michel Jarre participó en su calidad de Embajador de Buena Voluntad de la UNESCO en las celebraciones que tuvieron lugar en Coopenhague para conmemorar el segundo centenario del nacimiento de Hans Christian Andersen. Durante el evento, el músico interpretó una adaptación de su clásico “Second Rendez-Vous” en un homenaje al cuento “La Sombra” del escritor danés.
Ignoramos si la relación entre Jarre y la obra de Andersen va más allá de este tributo pero no nos extrañaría que el músico hubiera leído otras historias del literato, particularmente una de las más conocidas: “El traje nuevo del emperador”. En ella se narra la historia de un rey al que ninguno de sus hombres de confianza se atreve a contradecir. Esta situación llega a extremos ridículos cuando unos comerciantes le estafan vendiendole un inexistente traje (el mas bello traje jamás confeccionado según ellos) que sólo pueden ver aquellos que son dignos del cargo que ocupan. Al “ponerselo” y salir a la calle, ninguno de los cortesanos es capaz de decirle la verdad: que está desnudo.
Durante los años noventa, la carrera de Jean Michel Jarre inició un lento declive, sólo mitigado por el efecto nostálgico de “Oxygene 7-13” (1997), la revisión de su gran clásico que sirvió para reverdecer viejos laureles. A partir de ahí, la cuesta abajo fue más pronunciada llevando a la aparición de discos apenas promocionados, a la ruptura con su discográfica de toda la vida (que incluso renunció a publicar algún trabajo entregado por el músico) y llegando a niveles de calidad ínfimos con la publicación del raquítico “Teo & Tea” (2007). Llega así un momento en que el músico, de forma intencionada o no, se separa de algunos de los colaboradores que le habían acompañado durante las décadas pasadas y busca confrontar sus ideas con gente nueva que no tenga miedo de decirle lo que piensan realmente y que, en cierta forma, le planteen nuevos desafíos. Para un artista que ha disfrutado del estatus del que gozó Jarre en determinados momentos de su trayectoria, este ataque de humildad, esta puesta en duda de todo un modo de hacer las cosas durante décadas, ha tenido que suponer un desafío colosal a la vez que un incentivo extraordinario que le ha obligado a esfuerzos creativos que probablemente no realizaba desde la época de “Zoolook” (1984).
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