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Un relatillo

Iniciado por Eugenio Espejo, 23 de Septiembre de 2007, 05:04:25 PM

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Eugenio Espejo

"¿Cómo se llama tu mundo?"

Aunque ahora el recuerdo sólo vivía en la región de la mente donde habitaban sus sueños, y Pedro dudaba casi de la realidad de aquel momento, la imagen de aquella chica en el metro volvía a él aún a través de tantos años. La veía aún en vivos colores, azul y amarillo de curiosidad y belleza, rodeada por los tonos sepias de los espiritus diluidos de los demás viajeros de aquel vagón.
Era su último día en aquel trabajo. Pronto su vida daría un cambio radical y la impersonalidad de la gran ciudad se tragaría de nuevo a la gente con la que compartía aquella etapa, separándolos de su realidad para siempre. Una etapa tras otra, como cada nueva estación de metro, hasta que la chica ya no estaba, y todo el vagón de metro era color sepia. ¿Llegaría alguna vez a su destino?
Su destino estaba en aquel mundo, donde quizá estaría ella, pero no sabía su nombre. Fue tan fugaz.

Un día, varias etapas más hacia adelante en su vida, se le ocurrió teclear en el buscador de internet de su ordenador: "¿Cómo se llama tu mundo?" y esto fue lo que apareció:

¿Dónde viven los niños autistas? Y todas aquellas personas que tienen una (?)enfermedad(?), que no se pueden comunicar con nosotros y que suponemos no tienen o tienen mediana conciencia de nuestro mundo. Quizá ellos nos ven como nosotros a ellos. ¿Cómo será su mundo?, ¿será un mundo de soledad?, ¿de inconciencia? ¿Será un mundo de puros niños? ¿Un mundo de inocencia? ¿Intentarán comunicarse con nosotros y no pueden?

Te miro a tus ojitos que no entiendo bien y me pregunto de veras como será tu mundo. ¿Cómo se llama tu mundo preciosa? Abre una ventanita que te quiero acompañar.
(1)

Pedro sintió como se conmovía su espíritu, a través de los pelillos erizados en su nuca y sus brazos. De pronto le encontró muchos significados a aquellas bellas frases que casi parecían la letra de una canción.
Las estaciones de metro seguían pasando, pero él no llegaba a su destino. Así que un día decidió simplemente apearse del vagón, y buscar su mundo, a pie. Aunque para entonces había renunciado a sus sueños... Quizá.

Un mundo maravilloso le recibió cuando por fin salió del metro. Esbeltas torres con miriadas de geométricos cuadraditos de luz amarilla, como caprichosos y misteriosos puzzles de ventanitas encendidas, se erguían a ambos lados de una ancha avenida arbolada que lo conducía a través de un crepúsculo de lámparas de plata. Animales rugientes de bruñido metal dejaban sus estelas en procesiones de colores rojo y blanco, en las dos direcciones de la interminable calle. Amplios escaparates mostraban las mercancías de todo tipo de tiendas, grandes y oscuras, angostas y pequeñas, de marcos verdes y dorados, de letras fashion y de androides sin vida que bailaban congeladas danzas al otro lado de los cristales que reflejaban las crecientes luces nocturnas y los paseos de la gente de la ciudad.  Sin saber muy bien por qué, Pedro se quedó largo rato contemplando en un escaparate un libro que irradiaba una luz plateada. Siguiendo un impulso interior entró a comprarlo, y luego siguió caminando, mientras lo metía en la bolsa. En el horizonte había unas torres aún más grandes que tenían que ser inmensas, por cómo asomaban sobre todos los animales rugientes y edificios mágicos a su alrededor, y por lo lejos que aún parecían estar. No tenía prisa ahora, así que se dirigió con calma hacia aquel lugar. No sabía por qué, le recordaba algo...

Cuando por fin llegó a la plaza donde se erguían aquellos gigantes se dio cuenta de que allí toda la gente era de colores a las luces artificiales que alumbraban los rescoldos del crepúsculo que se colaba entre los edificios. Aquello no era como en el metro. Quizá allí era donde vivía aquella chica que había conocido en aquella otra etapa de su viaje. ¿cómo se llamaba? "Cómo se llama tu mundo..."

Le llamó la atención un tiovivo, que daba vueltas y vueltas al son de la música, que llegaba hasta él rebotada por las curiosas geometrías de cristal de los edificios que circundaban la plaza. Era preciosa. Casi esperó llegar allí y ver a la chica montada en una de los pequeños unicornios anclados en sus postes, con sus eternas muecas épicas. Y aunque por supuesto, no estaba allí, Pedro se sintió más feliz de lo que había sido en todo su viaje en el metro. Muy cerca había un señor vestido de payaso con un violín, vendiendo fotos, o por lo menos, eso decía el músico payaso:
"¿Quiere una foto, señor?" Pero lo que le daba eran partituras... curioso personaje, pensó Pedro, pero le compró una, porque el payaso le dijo que era una "foto" de la plaza, y quizá la chica había pasado por allí, cabiló Pedro, y estaba en esa "foto". Rió tontamente ante tal pensamiento; se sentía mejor que nunca. Luego se compró unos dulces típicos parisinos y sin querer manchó un poco de grasa la partit..., la "foto", y se la restregó contra la ropa masticando a dos carrillos. Soltó un erupto. No quería que sonara tan fuerte, pero ya estaba hecho. Una mujer pasaba con su hija, mirándole de malos modos y murmurando nada bueno. Aunque algo sonrojado, Pedro se rió, sin darle más importancia y aunque no sabía si era por eso por lo que también se reía, el payaso casi se estaba partiendo por la cintura en aquel momento. Pedro no pudo evitar carcajear.

De pronto sintió las imágenes, vio la foto de la partitura, con la risa del payaso armonizando con el coro de la sirena del tiovivo y la música de feria. Tuvo un deja vu. Todo cobraba sentido. Ella había intentado llegar hasta él, pero se había perdido dando vueltas en la oscuridad de la gran ciudad, en los recovecos del metro. Él usaba la música para hacer sonar una señal, para buscarla. Frases del pasado resonaron en su mente: " Paula... facultad... dice... eres un autista, sal de tu mundo... no, ven tú te enseñaré el camino" Eso había sido antes de subir a aquel tren por el que viajaba por las interminables cuevas oscuras rodeado de gente de color sepia. ELLOS no habían encontrado el camino, porque él no había dejado las suficientes fotos. "Una magia más allá de todo lo que hacemos aquí", había leído en un famoso libro. Pero...¿quién era el flautista? Pensó que leer aquel libro que había visto, de plata y transparencias, le daría alguna nueva pista en su viaje. Se lo llevaría con él en su regreso al interior del metro, para que iluminara los oscuros túneles con reflejos de plata.
¿Cómo se llama tu mundo?
Era un libro etéreo.

(1) El texto en cursiva "¿Dónde viven los niños autistas? (...)" es real, podéis buscarlo en internet, tecleando: "¿Cómo se llama tu mundo?". Yo lo descubrí así, y me maravillé al verlo misteriosamente entrelazado con este relato. ;)

Eugenio Espejo

Hola. Esto lo escribí para un concurso de relatos breves en internet. No creo que gane nada, pero me resultó divertido. :-)

Alicate

Cita de: Eugenio Espejo en 23 de Septiembre de 2007, 05:04:25 PM
"¿Cómo se llama tu mundo?"

Aunque ahora el recuerdo sólo vivía en la región de la mente donde habitaban sus sueños, y Pedro dudaba casi de la realidad de aquel momento, la imagen de aquella chica en el metro volvía a él aún a través de tantos años. La veía aún en vivos colores, azul y amarillo de curiosidad y belleza, rodeada por los tonos sepias de los espiritus diluidos de los demás viajeros de aquel vagón.
Era su último día en aquel trabajo. Pronto su vida daría un cambio radical y la impersonalidad de la gran ciudad se tragaría de nuevo a la gente con la que compartía aquella etapa, separándolos de su realidad para siempre. Una etapa tras otra, como cada nueva estación de metro, hasta que la chica ya no estaba, y todo el vagón de metro era color sepia. ¿Llegaría alguna vez a su destino?
Su destino estaba en aquel mundo, donde quizá estaría ella, pero no sabía su nombre. Fue tan fugaz.

Un día, varias etapas más hacia adelante en su vida, se le ocurrió teclear en el buscador de internet de su ordenador: "¿Cómo se llama tu mundo?" y esto fue lo que apareció:

¿Dónde viven los niños autistas? Y todas aquellas personas que tienen una (?)enfermedad(?), que no se pueden comunicar con nosotros y que suponemos no tienen o tienen mediana conciencia de nuestro mundo. Quizá ellos nos ven como nosotros a ellos. ¿Cómo será su mundo?, ¿será un mundo de soledad?, ¿de inconciencia? ¿Será un mundo de puros niños? ¿Un mundo de inocencia? ¿Intentarán comunicarse con nosotros y no pueden?

Te miro a tus ojitos que no entiendo bien y me pregunto de veras como será tu mundo. ¿Cómo se llama tu mundo preciosa? Abre una ventanita que te quiero acompañar.
(1)

Pedro sintió como se conmovía su espíritu, a través de los pelillos erizados en su nuca y sus brazos. De pronto le encontró muchos significados a aquellas bellas frases que casi parecían la letra de una canción.
Las estaciones de metro seguían pasando, pero él no llegaba a su destino. Así que un día decidió simplemente apearse del vagón, y buscar su mundo, a pie. Aunque para entonces había renunciado a sus sueños... Quizá.

Un mundo maravilloso le recibió cuando por fin salió del metro. Esbeltas torres con miriadas de geométricos cuadraditos de luz amarilla, como caprichosos y misteriosos puzzles de ventanitas encendidas, se erguían a ambos lados de una ancha avenida arbolada que lo conducía a través de un crepúsculo de lámparas de plata. Animales rugientes de bruñido metal dejaban sus estelas en procesiones de colores rojo y blanco, en las dos direcciones de la interminable calle. Amplios escaparates mostraban las mercancías de todo tipo de tiendas, grandes y oscuras, angostas y pequeñas, de marcos verdes y dorados, de letras fashion y de androides sin vida que bailaban congeladas danzas al otro lado de los cristales que reflejaban las crecientes luces nocturnas y los paseos de la gente de la ciudad.  Sin saber muy bien por qué, Pedro se quedó largo rato contemplando en un escaparate un libro que irradiaba una luz plateada. Siguiendo un impulso interior entró a comprarlo, y luego siguió caminando, mientras lo metía en la bolsa. En el horizonte había unas torres aún más grandes que tenían que ser inmensas, por cómo asomaban sobre todos los animales rugientes y edificios mágicos a su alrededor, y por lo lejos que aún parecían estar. No tenía prisa ahora, así que se dirigió con calma hacia aquel lugar. No sabía por qué, le recordaba algo...

Cuando por fin llegó a la plaza donde se erguían aquellos gigantes se dio cuenta de que allí toda la gente era de colores a las luces artificiales que alumbraban los rescoldos del crepúsculo que se colaba entre los edificios. Aquello no era como en el metro. Quizá allí era donde vivía aquella chica que había conocido en aquella otra etapa de su viaje. ¿cómo se llamaba? "Cómo se llama tu mundo..."

Le llamó la atención un tiovivo, que daba vueltas y vueltas al son de la música, que llegaba hasta él rebotada por las curiosas geometrías de cristal de los edificios que circundaban la plaza. Era preciosa. Casi esperó llegar allí y ver a la chica montada en una de los pequeños unicornios anclados en sus postes, con sus eternas muecas épicas. Y aunque por supuesto, no estaba allí, Pedro se sintió más feliz de lo que había sido en todo su viaje en el metro. Muy cerca había un señor vestido de payaso con un violín, vendiendo fotos, o por lo menos, eso decía el músico payaso:
"¿Quiere una foto, señor?" Pero lo que le daba eran partituras... curioso personaje, pensó Pedro, pero le compró una, porque el payaso le dijo que era una "foto" de la plaza, y quizá la chica había pasado por allí, cabiló Pedro, y estaba en esa "foto". Rió tontamente ante tal pensamiento; se sentía mejor que nunca. Luego se compró unos dulces típicos parisinos y sin querer manchó un poco de grasa la partit..., la "foto", y se la restregó contra la ropa masticando a dos carrillos. Soltó un erupto. No quería que sonara tan fuerte, pero ya estaba hecho. Una mujer pasaba con su hija, mirándole de malos modos y murmurando nada bueno. Aunque algo sonrojado, Pedro se rió, sin darle más importancia y aunque no sabía si era por eso por lo que también se reía, el payaso casi se estaba partiendo por la cintura en aquel momento. Pedro no pudo evitar carcajear.

De pronto sintió las imágenes, vio la foto de la partitura, con la risa del payaso armonizando con el coro de la sirena del tiovivo y la música de feria. Tuvo un deja vu. Todo cobraba sentido. Ella había intentado llegar hasta él, pero se había perdido dando vueltas en la oscuridad de la gran ciudad, en los recovecos del metro. Él usaba la música para hacer sonar una señal, para buscarla. Frases del pasado resonaron en su mente: " Paula... facultad... dice... eres un autista, sal de tu mundo... no, ven tú te enseñaré el camino" Eso había sido antes de subir a aquel tren por el que viajaba por las interminables cuevas oscuras rodeado de gente de color sepia. ELLOS no habían encontrado el camino, porque él no había dejado las suficientes fotos. "Una magia más allá de todo lo que hacemos aquí", había leído en un famoso libro. Pero...¿quién era el flautista? Pensó que leer aquel libro que había visto, de plata y transparencias, le daría alguna nueva pista en su viaje. Se lo llevaría con él en su regreso al interior del metro, para que iluminara los oscuros túneles con reflejos de plata.
¿Cómo se llama tu mundo?
Era un libro etéreo.

(1) El texto en cursiva "¿Dónde viven los niños autistas? (...)" es real, podéis buscarlo en internet, tecleando: "¿Cómo se llama tu mundo?". Yo lo descubrí así, y me maravillé al verlo misteriosamente entrelazado con este relato. ;)






























Eugenio Espejo

Bueno, ahora ya sé que es bueno. Gracias tío. :wink:

Pinchos.doc

Cita de: Eugenio Espejo en 23 de Septiembre de 2007, 05:22:11 PM
Hola. Esto lo escribí para un concurso de relatos breves en internet. No creo que gane nada, pero me resultó divertido. :-)
Normal... Seguro que lo enviaste a un concurso de micro-relatos...  :-D :-D :lol:

Alicate


Eugenio Espejo

No podías pasar de esa extensión. :-P

Paqui Dermo

Tengo un cartel firmado por Paeolo...

y alguien se ha llevado el del Mandingo!

zopa

Yo otro!! Pero sólo firmado por Paeolo, no por Mandingo...  :cry:
"Jarre?? Está bien... Te ríes..." (El Lobowolf)

Juan

Cita de: zopa en 24 de Septiembre de 2007, 02:00:06 AM
Yo otro!! Pero sólo firmado por Paeolo, no por Mandingo...  :cry:

Joder, pues el mio lo ha firmado Elliot Troppo...  :| :lol: :-P :evil:

:-D :-D

zopa

Cita de: Juan en 24 de Septiembre de 2007, 08:43:09 AM
Cita de: zopa en 24 de Septiembre de 2007, 02:00:06 AM
Yo otro!! Pero sólo firmado por Paeolo, no por Mandingo...  :cry:

Joder, pues el mio lo ha firmado Elliot Troppo...  :| :lol: :-P :evil:

:-D :-D
Pero es lo mismo, el tuyo es oficial... Me pregunto quién se llevaría el que firmó Paeolo con los símbolos de La Tolerance un poco foskis...  :-D Que no se diga que no había ediciones limitadas entre los carteles...  :-D
"Jarre?? Está bien... Te ríes..." (El Lobowolf)

Umbopo

El mio esta firmado por dos: elliot troppo y Paeolo, el elfo pajillero....  me ha tocado la doble  :lol:

zopa

Cita de: Umbopo en 24 de Septiembre de 2007, 05:08:18 PM
El mio esta firmado por dos: elliot troppo y Paeolo, el elfo pajillero....  me ha tocado la doble  :lol:
jojojojojojo!! Esa edición es limitadísima, ponla en Ebay!!  :-D
"Jarre?? Está bien... Te ríes..." (El Lobowolf)

Umbopo

Cita de: zopa en 24 de Septiembre de 2007, 05:36:38 PM
Cita de: Umbopo en 24 de Septiembre de 2007, 05:08:18 PM
El mio esta firmado por dos: elliot troppo y Paeolo, el elfo pajillero....  me ha tocado la doble  :lol:
jojojojojojo!! Esa edición es limitadísima, ponla en Ebay!!  :-D


Jajajajajajjaaa, no tiene precio, ademas, tambien esta firmada por "Chinchetiser"   :-D

zopa

Y el mío está firmado por el Calatrava dos veces, una con los labios y otra con un boli dorado...  :-D
"Jarre?? Está bien... Te ríes..." (El Lobowolf)